domingo, 27 de abril de 2014

Capítulo 1: “Te prometo que volveré”



“Aprende a apreciar lo que tienes, antes de que el
tiempo y el destino te enseñen a apreciar lo que tuviste.”

          Recién levantada, abrí la ventana y contemplé el cielo. Hacía un precioso día de primavera, el sol brillaba con fuerza, una suave brisa agitaba las hojas de los árboles y los niños jugaban fuera con el balón. La gente me saludaba desde la calle y otras ventanas con una sonrisa de oreja a oreja. Todos están emocionados por el discurso del rey, querían saber las nuevas noticias del reino.

          —¡Hey _____ (tu nombre)! —Oí gritar desde debajo de mi ventana, era Harry— ¿Vienes al monte un rato conmigo? —Sonreí por su invitación.

          —Claro, dame unos minutos para vestirme y me voy contigo. —Cerré la ventana y le eché un vistazo rápido al armario, cogí una blusa, unos shorts y unas botas de color negro. Me lo puse todo. Cepillé mi pelo rubio platino y bajé a la cocina a por algo rápido de comer, unté mantequilla en una rebanada de pan y salí con ella a la calle— Ya estoy lista, ¿dónde decías de ir?

          —Al monte, hoy florecen los cerezos que plantamos hace unos años. —Contestó mientras comenzábamos a andar en dicha dirección. Esos cerezos los plantamos el día que declaramos nuestro amor a la cara, por lo que son muy importantes para nosotros.

           El camino hasta allí se hizo algo largo, ya que al ser el discurso del rey, toda la gente del reino se dirige a la plaza central en horas tempranas para tener buena vista del personaje y las calles están abarrotadas de personas con bolsas llenas de alimentos para celebrar un banquete después de las noticias. El monte estaba cubierto por una capa de hierba y enormes árboles que sombreaban todo el terreno. Conforme subíamos, se hacían más visibles algunas rosadas flores procedentes del nuestros cerezos, aún no habían florecido todas, pero iban en camino.

          —Pensé que habrían florecido todas ya… —Acarició las delicadas hojas de la planta con mucho cuidado— Es extraño, venimos el mismo día todos los años y siempre florecen a tiempo.

          —Pues este año se habrán retrasado —Salté—, dales tiempo, ya florecerán. —Mientras acababa de hablar, me apoyé en el tronco de uno de los cerezos y dejé mi espalda resbalar por él hasta tocar el suelo.

          —Cuéntame algo nuevo. —Expuso mientras se sentaba a mi lado y apoyaba mi cabeza sobre su hombro, a la vez que nos cogíamos de la mano y entrelazábamos nuestros dedos.

          —Pues… —Comencé a decir mientras pensaba— Anoche, soñé con nosotros… Bueno, más bien fue una pesadilla para mí. —Acabé por decir antes de que una lágrima comenzase a resbalar por mi mejilla.

          —¿Tan malo fue? —Restregó uno de sus dedos por mi piel para limpiar la lágrima que caía.

          —Sí. Soñé que había un caos en la ciudad y tú me decías adiós. Te ibas por la puerta de la muralla y te perdía de vista en el horizonte. De verdad, espero que eso no se cumpla jamás.

          —Bueno… —Comenzó diciendo con una sonrisa vacilante— Si ese momento existiese, yo tampoco quiero que llegue. No quiero decirte adiós, sería demasiado a lo que renunciar…

          En ese preciso momento, las puertas de la muralla se abrieron de par en par. Por ella entraron cientos de personas con armadura y se colocaron en fila, sin un hueco entre ellos. A continuación, dieron un paso a un lado y dejaron un pasillo entre ellos, donde se dieron la vuelta, quedando con la mirada vuelta hacia el pasillo. No tardó en entrar un hombre de barba negra a lomos de un caballo, vestido con una armadura de hierro, y una afilada espada colgando de su cintura. Los pelos de mis brazos se erizaron de la sorpresa. Era la primera vez que veía a un hombre armado entrar por las puertas de la muralla. Se quedó parado allí hasta que el rey apareció caminando con soldados hacia él.

          —¿Qué está pasando? —Pregunté curiosa. Impaciente por saber a qué se debía esta inesperada reunión entre líderes.

           —No lo sé. —Susurró. En ese momento el hombre barbudo desenvainó su espada y la sostuvo en mano mientras decía algo— Pero será mejor que nos vayamos de aquí y sepamos qué ocurre…

          Miré preocupada la escena. Harry cogió mi mano y tiró de ella. Comenzamos a correr colina abajo lo más deprisa que pudimos, pero al llegar abajo el tumulto de gente se dispersó. Habíamos llegado tarde y nos quedamos sin saber un por qué. Seguimos corriendo hacia el lugar y fuimos preguntando a gente, nadie lo sabía, nadie estuvo allí. Solo dijeron que el visitante era el rey del imperio del otro lado del desierto de Rupes. Para una visita así, el asunto debe de ser algo grave. 

          Las trompetas sonaron, el discurso del rey comienza, pero se adelantó, la hora exacta era dentro de dos horas, a las seis de la tarde. Los dos nos dimos prisa por llegar a la plaza central. Estaba abarrotada, todas las esquinas estaban ocupadas, por lo que nos tuvimos que quedar los últimos. Algo me llamó la atención. La plaza estaba más llena de lo habitual, me coloqué sobre los dedos de mis pies para ganar algo de altura y,  allí, a lo lejos, en primera fila, divisé al caballero y los soldados que anteriormente vimos en la entrada con el rey. Le di unos golpecitos a Harry en el hombro y le señalé lo que quería que viese. Él se quedó mirando a ello y el rey salió al balcón de palacio para dirigir sus palabras hacia nosotros:

          —Ciudadanos. —Comenzó. Los espectadores se callaron y prestaron atención— Esta mañana he recibido una visita. Se trata del gobernador del imperio del otro lado del desierto. —Noté cómo sus ojos bajaban hasta mirar a la persona a la que acababa de nombrar. Se calló por unos minutos— Harry Styles y Camila Johnson deben morir. —Todo el mundo en la plaza se quedó callado. En pocos segundos comenzaron a susurrar. Muchos sabían quién era él, pero otros no. Los que sabían de él lo buscaron con la mirada entre la muchedumbre, y los que no, se limitaron a seguir la mirada de los demás.

          Me aislé del mundo. Mis oídos pitaban. El corazón se me rompió en mil pedazos y mi alma se desvaneció. Le miré pálida. Su rostro era inexpresivo, no mostraba señales de ningún tipo.

          —Harry… —Conseguí decir en apenas un hilo de voz— ¿Cómo que debes morir?, ¿qué significa esto? —Con disimulo, agarró mi brazo con fuerza y tiró de él para seguirle lejos de la plaza.

          —No hagas preguntas y sigue caminando. —Me ordenó. Su cabeza seguía mirando hacia adelante, pero la fuerza de su agarre aumentaba por momentos.

          —Espera. —Declaré. Ignoró mis palabras y siguió adelante— Harry. —Volví a hablar, pero seguía sin obtener respuesta— ¡Yo no voy a ningún lado hasta que me expliques qué está pasando! —Grité. De un tirón seco, conseguí dejar mi brazo libre.

          —Necesito un lugar libre de tantas miradas. Privacidad. Tengo mucho que contarte y muy poco tiempo, así que deja de hacer preguntas y sigue caminando. —Volvió a cogerme del brazo y continuamos su camino.

          Su actitud me dejó impresionada. Estaba agobiado y nervioso, por primera vez en muchos años. Pero, su comentario de “tengo mucho que contarte y muy poco tiempo” me extrañó. Interpreté esas palabras como que me había ocultado muchas cosas durante mucho tiempo, incluso habiendo hecho la promesa de que no había secretos entre nosotros, él igualmente lo hizo. Me siento vacía, decepcionada, engañada… Justo cuando íbamos a girar por una calle, detrás de una casa, una voz nos impidió avanzar.

          —Si vas a seguir avanzando, te recomiendo que pares. —Nos dimos la vuelta para ver quién nos dijo esas palabras y vimos al hombre de barbas negras subido al balcón con el rey— Si vas a huir o esconderte, ten seguro que mis hombres y yo vamos a reducirlo todo a sangre y cenizas hasta dar contigo, muchacho.

          Harry no apartó su mirada jade del caballero con barba. En su rostro comenzó a notarse signos de duda y vigor, pero sobre todo, de terror.

          <<Harry no sigas avanzando por Dios. —Pensé— Ya ves lo que van a hacer, no tuerzas esa esquina, por favor. Van a empezar a matar gente…>>

          La gente de la plaza comenzó a correr para quitarse del alcance de aquel hombre. Todos se metieron en sus casas, pero algunos abrieron las ventanas para contemplar su elección: O muere él, o muere el reino. Pero no le importó la gente con la que creció y siguió corriendo. Estaba cabreada, atónita por el acto que acaba de hacer y por lo cobarde que está siendo, pero él sabrá…

          Seguimos corriendo por varios minutos hasta llegar a un muro de piedra. Habíamos girado mucho por lo que esta debe ser la parte de atrás del palacio del rey. Harry apartó unos matorrales y quedó al descubierto un hueco hecho por ladrillos rotos. El interior estaba oscuro, pero no dudó en arrastrarse hasta su interior y ofrecerme una mano para entrar con él.

          —¿Me vas a explica ahora que narices acaba de pasar? —Solté con exasperación. Necesito respuestas para todo esto, y una razón por la que me ha ocultado tanto todos estos años.

          —Verás… —Comenzó— Esa chica y yo tenemos la misma marca que tú en el brazo. Esta marca, cuando dos se unen en un determinado lugar, tiende a formarse una criatura con un poder sobrenatural y…—una explosión le cortó la explicación.

          —¿Y qué más? —Arqueé una cera. Tantas cosas por explicar no puede reducirse a tan poca conversación.

          —_____ (tu nombre) tengo que irme, no puedo quedarme más tiempo aquí. —Una interrogación apareció dentro de mi cabeza.

          —¿Cómo que te tienes que ir?, ¿es que no has oído a ese hombre decir que lo reduciría todo a sangre y cenizas con tal de encontrarte?, ¿es que no te importa nada la gente con la que creciste?, ¿es que no te importo yo? —La voz cada vez me temblaba más hasta que no pude contener más las lágrimas.

          —¡Claro que si me importas!, pero lo que ha dicho ese hombre es mentira, sé lo que me estoy jugando y tengo una idea clara de lo que voy a perder. Pero ese hombre está sometido a presión y sabe que si hace esto dejarán a su pueblo en paz, pero lo único que va a conseguir es llevarnos a todos a la muerte. —Noté su ira, ya que la vena de su cuello sobresalía.

          —Pero de qué me estás hablando… —No conseguí enfatizar mi pregunta ya que estaba perdida en esa información y desesperada por lo que estaba ocurriendo fuera de este pequeño lugar.

          —No puedo explicártelo todo ahora. Es mejor que te metas en la biblioteca de palacio e investigues por ti misma. —Se acercó a mí y sujetó mi cintura con sus manos. 

          —Pero aún no sé dónde vas… —Le recordé, aun llorando por él.

          —Tengo que irme lejos de aquí, lo más rápido que pueda. —Mis ojos reflejaban la pregunta “¿cómo?” y él la respondió decidido— Treparé por los árboles del sur para llegar a las rocas del borde de la muralla. No te preocupes _____ (tu nombre), estaré bien.

          —Está bien…. —Estuvo mirándome por unos instantes. En sus ojos se notaba la inquietud y la preocupación del momento.

          —Eh… Te prometo que voy a volver. —Gracias a su respuesta consiguió arrancarme una sonrisa. Esas palabras me dieron un rayo de esperanza para seguir luchando por él— ¿Confías en mí?

          —Sí… —Las lágrimas brotaron de nuevo con violencia de mis ojos.

          —No te fallaré. Lo prometo. —Se acercó a mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y agarrando la piel de ella.

          —Gracias… —Besó mi frente con detenimiento y apoyó la suya en ella, se acercó a mis labios y los besó con dulzura. Al acabar, lo abracé como una loca agarrando su oscuro pelo y envolvió sus brazos a mi alrededor— Dime que cuidarás de ti en este tiempo que estés fuera.

          —Lo haré… —Se retiró con frenesí y me miró— Cuídate tú también, princesa… —Se acercó al hueco de la pared y se agachó. Apartó los matorrales de la entrada y se escurrió para salir.

          Sus pies desaparecieron. Mi cuerpo se derrumbó y caí de rodillas al suelo de piedra. No me podía creer que esto fuese un adiós. Ni siquiera sé cuánto tiempo va a pasar hasta que lo vuelva a ver de nuevo. Solo el pensamiento de que algo le pudiera pasar, hacía que el corazón se me congelase. Me senté en el suelo, encogí las piernas y las abracé, apoyando mi frente sobre ellas y dejando que las lágrimas de dolor goteasen hasta empapar mi ropa. Sus últimas palabras fueron “Cuídate tú también, princesa…” y lo único que quiero, es que esas palabras no sean las últimas que oiga salir de su boca…

2 comentarios:

  1. esta hermoshoooo *-* porfa siguelaaaaa!

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  2. Es increible esta novela!!! Da un giro completo a la otra que escribes!!!!

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